Vivifícame Señor

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Vivifícame Señor

Postrada está mi alma en el polvo; vivifícame conforme a tu palabra. De mis caminos te conté, y tú me has respondido; enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas. De tristeza llora mi alma; fortaléceme conforme a tu palabra. Salmo 119:25-28

Dios es un Dios que trabaja siempre primero lo de adentro y luego lo de afuera. Dios mando a Cristo a esta tierra para que fuéramos vivificados. Vivifícame viene del hebreo 2421 “chayah” que significa vivir, que tenga vida, mantener la vida, vivir prósperamente, vive para siempre, ser restaurado a la vida o la salud, para vivir en prosperidad, para revivir del desaliento, del desmayo, de la muerte, volver a cargar, para restaurar la vida a causa de crecer.

Muchos de nosotros nos vemos en una encrucijada en nuestras vidas: buscar a Dios por algo nuevo. Cuando buscamos la dirección de Dios, recibimos las llaves para atravesar las puertas de las oportunidades para los nuevos comienzos. Me desperté a las 2:57 am y en ese momento, el Señor me guió hacia el Salmo 25:7: “… olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno”.

Él nos está llevando a cada uno de nosotros a través de un proceso de limpieza y purificación para perfeccionar nuestro carácter para sostener la unción para las “obras mayores”. Su deseo es liberarnos de los vestidos de la tumba del pasado que tratan de limitarnos, detenernos e impedirnos desarrollar el coraje de avanzar en fe para obtener el incremento que planificó para nosotros (Jeremías 29:11). Jesús resucitó a Lázaro de la muerte, aunque estuvo atrapado dentro de la tumba por cuatro días. El Señor está soltando el poder para liberarnos de las garras de la muerte.

El Señor le dijo a Marta en Juan 11:25-27: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”. Recibió la misma revelación que Pedro: Jesús era el Cristo.

El mismo poder de la resurrección que levantó a Cristo de los muertos descansa en nosotros. (Romanos 8:11) Está restaurando la esperanza, entregando una nueva visión y provocando que nuestros huesos secos se reúnan para volver a la vida. Está conformando un ejército de cosechadores de almas que se moverán en el poder del Reino. Los apóstoles y profetas del pasado establecieron el fundamento para la Iglesia. Estamos llamados a caminar sobre ese fundamento firme y demostrar la plenitud del mensaje del Evangelio con señales, milagros y maravillas.

Pedro fue el primero en recibir la revelación de Cristo. En Mateo 16:13-20, Jesús hizo varias preguntas. Primero le preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Luego hizo una pregunta que los llevó hacia el terreno personal: “¿Quién dicen ustedes que Soy?”. Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Jesús respondió: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, le dijo Jesús, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo. Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

La llave para nosotros es creer que lo que dice en la Palabra de Dios es verdad. Cosas mayores comenzarán a ocurrirnos cuando nos movamos en fe. La fe viene de oír la palabra de Dios. (Romanos 10:17) La palabra lo que va a hacer es darnos fuerza, renovar nuestras fuerzas, es darnos un crecimiento espiritual, es sacarnos de la aflicción. La palabra del Señor da vida, con una sola palabra que El dé vivificara nuestra vida.

Juan 14:12-14: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré”.

Con amor y oraciones,

Magie de Cano

 

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Magie de Cano

Por Magie de Cano

Pastora y Conferencista Internacional en el Ministerio de la Mujer, autora del devocional profético Las Cartas de Magie y de los libros “Conquista tu Matrimonio”, “Cita con tu Destino”, "De la Verguenza a la Victoria" y "Una Madre de Rodillas".