Este es un mensaje especial para los hombres que me leen,
y para las mujeres que tienen un hombre en su vida —esposo, hijo, padre, hermano, amigo—.
Porque aunque la mayoría no lo dice,
todos pasan por batallas.
Y muchas… en silencio.
A los hombres que no se han rendido, aunque a veces han querido hacerlo
Este mensaje es para ti.
Para ti, hombre que sigues caminando con el corazón lleno y las manos vacías.
Para ti, que has intentado mantenerte firme cuando todo por dentro se sentía como una tormenta.
Para ti, que quizás no lo dices, pero lo sientes.
La sociedad espera que nunca flaquees.
Que seas proveedor, protector, líder, roca.
Y aunque eso es parte de tu diseño,
también eres humano.
También sientes.
También sangras, aunque no se vea.
También llevas heridas que no muestran cicatriz.
Hay batallas que has peleado solo.
Pensamientos que has callado por miedo a parecer débil.
Decisiones que te han desgastado.
Expectativas que te han sofocado.
Y aún así… sigues de pie.
A ti, hombre de valor, quiero decirte algo que quizá hace tiempo no escuchas:
No estás solo.
Y no tienes que cargar con todo sin apoyo.
No es falta de fe sentirte cansado.
No es debilidad detenerte un momento para respirar.
No es pecado llorar cuando nadie te ve.
Hay un Dios que te diseñó con fuerza,
pero que también sabe levantar al cansado.
Un Dios que no mide tu hombría por tu resistencia,
sino por tu disposición a volver a Él una y otra vez.
Jesús le dijo a Pedro,
«Simón, Satanás ha pedido zarandearlos como a trigo,
pero Yo he orado por ti, para que tu fe no falle.”
— Lucas 22:31–32
Él no oró para que Pedro no fallara,
sino para que no perdiera su fe en medio del fallo.
Y eso sigue siendo verdad para ti hoy.
Jesús no se rinde contigo, aunque tú te sientas al límite.
Y a ti, mujer que estás leyendo esto…
Quizá no entiendes el peso que lleva el hombre en tu vida,
pero puedes ser como Aarón y Hur:
los que sostuvieron las manos de Moisés cuando ya no podía más.
No necesitas tener todas las respuestas,
solo necesitas cubrir en oración, hablar vida, afirmar su identidad en Dios.
Porque detrás de cada gran hombre,
hay una mujer que no lo empuja con juicio, sino que lo levanta con fe.
A ti, hombre de Dios, que te has sentido invisible:
Él te ve.
A ti, que te has sentido roto por dentro:
Él restaura.
A ti, que te preguntas si aún puedes liderar con dignidad:
Él te llama. No por lo que hiciste, sino por lo que Él ha depositado en ti.
Hoy oro por ti.
Y si eres mujer, te invito a orar también.
Porque donde hay un hombre que se rinde a Dios,
hay generaciones que serán impactadas.
Oremos juntos:
Señor,
Hoy te presento a cada hombre que lleva cargas que nadie más ve.
Tú conoces el cansancio que ha intentado ocultar,
la presión que ha soportado en silencio,
y las batallas que ha peleado sin testigos.
Restáuralo en lo profundo.
Recuerda a su espíritu quién es:
hijo amado, escogido, perdonado, llamado.
Arranca toda mentira que le hace pensar que no es suficiente.
Renuévale las fuerzas.
Y muéstrale que no tiene que hacerlo todo solo.
Que en medio del ruido,
él escuche tu voz.
Que en medio del peso,
pueda repetir:
“Aunque sienta el peso, no camino solo. Dios va delante de mí, y no me dejará caer.”
Levanta hombres que no teman ser vulnerables ante Ti,
que se fortalezcan en tu gracia
y que encuentren en tu presencia su verdadera identidad.
Y a nosotras, Señor,
danos sabiduría para acompañarlos,
compasión para orar por ellos,
y fe para verlos como Tú los ves.
En el nombre de Jesús,
Amén.
Con amor y oraciones,
Magie de Cano
Recibe la palabra profética en tu correo electrónico.