Hay momentos en la vida de una madre que no se planean.
Momentos que no nos avisan.
Que no nos permiten sentarnos a orar, a razonar o a pedir consejo.
Momentos que solo nos permiten reaccionar.
Quizá fue un automóvil que venía demasiado rápido.
Quizá fue una persona que se acercó de forma amenazante.
O un desconocido que cruzó una línea.
O simplemente una situación donde sabías, sin margen de error, que tenías que ponerte enfrente.
Sin pensarlo.
Sin calcular el riesgo.
Sin preguntarte si dolería.
Solo te pusiste de pie.
Solo te interpusiste.
Solo protejiste lo que Dios te había confiado.
Y ese instinto de madre —santo, valiente, incontrolable—
es la expresión más cercana que podemos tener aquí en la tierra
de cómo Dios protege lo que ama.
Una madre de rodillas no siempre tiene el tiempo de bajar la cabeza en oración antes de actuar.
A veces la oración viene después.
Después de que corriste.
Después de que empujaste.
Después de que te paraste en la brecha.
Pero aun cuando tus rodillas no tocaron el suelo en ese instante,
tu corazón sí estaba postrado ante Dios,
clamando en silencio:
«Señor, que no les pase nada. Señor, protégelos. Señor, úsame si es necesario.»
Débora entendió ese llamado.
No tenía todo planeado.
No tenía un ejército en sus manos cuando se levantó.
Solo sabía que si ella no se ponía de pie, su generación quedaría expuesta.
Y por eso pudo decir:
“Hasta que yo, Débora, me levanté… me levanté como madre en Israel.” — Jueces 5:7
No como jueza.
No como profetisa.
No como guerrera.
Como madre.
Y eso bastó para cambiar la historia de un pueblo entero.
Quizá no siempre sientes que haces grandes cosas.
Quizá nadie vio ese momento en que te interpusiste entre el peligro y tu hijo.
Quizá tu acto de amor pasó desapercibido para el mundo…
Pero Dios sí lo vio.
Y el cielo registró ese acto como un testimonio de amor incondicional.
Si hoy sientes que has peleado batallas invisibles, que has protegido sin ser reconocida,
quiero que ores conmigo, no para pedir más fuerza, sino para agradecer el instinto que Él puso en ti:
Señor, gracias por darme un corazón que no mide riesgos cuando se trata de proteger lo que me has confiado. Gracias por esos momentos en que actué por amor antes que por lógica. Hoy entiendo que esas reacciones nacen de Tu imagen en mí, de Tu amor reflejado a través de mis actos sencillos. Ayúdame a seguir siendo valiente, no porque tenga toda la fuerza, sino porque confío en Ti. En el nombre de Jesús, amén.
Una Madre de Rodillas no es solo una mujer que ora en la calma.
Es una mujer que, aun sin tener todo resuelto, se levanta, se interpone, y salva generaciones desde el lugar que Dios le dio.
Si alguna vez has sentido que te pusiste enfrente sin pensar,
que protegiste cuando nadie más pudo,
que te moviste por amor antes que por miedo…
Este libro es para ti.
Porque en esos momentos en que no hubo tiempo para pensar,
Dios ya estaba actuando a través de ti.
Durante mayo, al adquirir Una Madre de Rodillas, recibirás como obsequio una funda para tu almohada de oración —un recordatorio diario de que las batallas más poderosas se ganan en lo secreto. Promoción válida únicamente en Guatemala.
con amor y oraciones,
Magie de Cano
Recibe la palabra profética en tu correo electrónico.