Dios hará retroceder a tu enemigo

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Dios hará retroceder a tu enemigo - Las Cartas de Magie

Hace poco leí una historia que me marcó.
No fue un milagro de película ni una historia viral, pero tenía esa verdad cruda y poderosa que solo una madre puede entender.

Una mujer que vivía en una zona rural dejó a su hijo jugando en el patio mientras hacía algunas tareas dentro de casa. Era una tarde tranquila, una más entre tantas. De esas donde todo parece estar en calma, hasta que algo cambia.

Desde la ventana, vio un movimiento en el campo.
Primero no lo identificó. Luego se le heló la sangre:
un oso se acercaba.

No hubo tiempo para pensar.
No gritó. No pidió ayuda.
Solo corrió.

No recuerda cómo bajó los escalones ni cómo atravesó la distancia entre ella y su hijo.
Solo sabe que se puso delante.
Que se interpuso entre el oso y su niño.
Que algo en su interior, más fuerte que el miedo, la empujó a estar ahí.

Y lo más impactante es esto:
el oso se detuvo.
Y luego se fue.

El niño ni siquiera notó el peligro.
Siguió jugando como si nada.
Y ella, temblando por dentro, volvió a casa.
Fue solo otro día en la vida de una madre.

Esa historia me confrontó.
Porque muestra lo que muchas veces somos sin darnos cuenta:
armas de amor en medio del peligro.
No por valentía planeada, sino por instinto profundo.
No porque sepamos qué hacer, sino porque simplemente no podemos quedarnos de brazos cruzados.

¿Cuántas veces te has sentido así?

Tal vez no viste un oso literal, pero sí enfrentaste un diagnóstico, una rebeldía, una escasez, un silencio.
Tal vez no corriste en campo abierto, pero sí atravesaste noches en vela, discusiones que te rompieron, lágrimas que nadie vio.

Y como esa madre, te pusiste en medio.

Ni tus hijos, ni tu familia, ni tal vez el mundo sabrán cuán cerca estuvo el caos.
Pero tú sabes que Dios te levantó para proteger algo más grande que tú.

Y lo hermoso es que no estás sola en esto.

Débora lo vivió también.
Una mujer común, que se levantó cuando otros estaban paralizados.
Ella no esperó que viniera ayuda. No buscó títulos.
Solo dijo una frase que lo cambió todo:

“Hasta que yo, Débora, me levanté… me levanté como madre en Israel.” — Jueces 5:7

Como madre. No como jueza. No como profeta.
Como madre. Y eso fue suficiente.

Hoy quiero invitarte a hacer tuya esa frase.

No necesitas tener respuestas.
Solo necesitas levantarte.
No porque te sientas fuerte… sino porque Dios te ha confiado una generación.

Y si hoy te sientes desgastada, si estás en una batalla que no sabes cómo enfrentar, haz esta oración conmigo. No necesitas que sea perfecta. Solo real:

Señor, no siempre me siento capaz. No siempre tengo las palabras, ni la estrategia, ni la energía. Pero si algo o alguien se acerca a lo que me has confiado, no quiero quedarme quieta. Ayúdame a levantarme, no con mi fuerza, sino con la tuya. Que como aquella madre, pueda ponerme en medio, confiando en que Tú harás retroceder todo lo que amenace mi casa. Amén.

Una Madre de Rodillas no es un libro para mujeres que lo tienen todo resuelto.
Es para las que han peleado batallas que nadie vio.
Es para las que se interpusieron cuando el peligro era real.
Es para las que se levantaron… solo porque eran madres.

Y si tú alguna vez lo hiciste, este libro es para ti.

Porque esa historia no solo es la de una madre en el campo.
También es la tuya.

unamadrederodillas.com

con amor y oraciones,

Magie de Cano





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