Tengo una cicatriz en la pierna que me acompaña desde que era niña. Me la hice jugando con mis hermanos, corriendo en el patio de casa, riéndonos tanto que me dolía el estómago. Ese día tropecé y me raspé con fuerza. Lloré, sí… pero también recuerdo que me levanté, y que aún con las rodillas sangrando, no dejé de reír.
Esa cicatriz no es fea para mí. De hecho, cada vez que la veo, sonrío. Me recuerda que hubo momentos simples, felices, y reales.
Pero no todas nuestras cicatrices provocan una sonrisa.
Heridas que No Son Externas… y que Cuesta Nombrar
Quizás, como yo, tú también llevas marcas. Pero no todas están en la piel. Algunas viven en el alma, escondidas bajo silencios, sonrisas forzadas o rutinas que te mantienen funcionando… pero no viviendo.
Hay heridas que no sanan con el tiempo, sino que se profundizan. Heridas que alteran tu manera de verte, que deforman tu valor, que empañan tu reflejo. Cosas que pasaron y dejaron algo más que dolor: dejaron confusión de identidad.
No sabía quién era. Solo sabía que estaba rota.»
El Dolor de Sentirte Rota, Confundida y Vacía
¿Te ha pasado? Sentirte como si fueras muchas piezas sueltas. Un rompecabezas sin figura. Como si algo dentro de ti se hubiera quebrado y, aunque lo intentas, no logras encajar.
No tienes palabras exactas para explicarlo. Solo sabes que hay vacíos que no se llenan, emociones que no entiendes, reacciones que no controlas. Y aunque otros te ven “fuerte”, tú sabes que esa fortaleza viene del cansancio… no de la sanidad.
Hay una lucha interna. Una desconexión entre lo que muestras y lo que realmente sientes. Como si estuvieras mirando tu vida desde afuera, con la sensación de que en algún punto te perdiste… y no sabes cómo regresar a ti misma.
Pero aquí está la buena noticia: Dios no comienza donde tú terminas. Él comienza justo donde te rompiste.
Donde la Herida Abrió Espacio… Ahí Entra la Sanidad
En el capítulo uno de Mujer Totalmente Nueva, comparto que Dios no nos ve como nosotras nos vemos. Donde tú ves ruina, Él ve espacio. Donde tú ves pedazos, Él ve propósito. No ignora tu herida… la convierte en punto de partida.
“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” — Salmos 147:3
Es en esa herida —sí, justo esa— donde comienza a entrar Su sanidad. No llega con prisas. No viene para exigirte perfección. Viene como el amor más puro que hayas sentido. Viene con luz. Y esa luz no te expone para avergonzarte… sino para liberarte.
Dios no te reconstruye para ocultar la herida, sino para redimirla. Y en ese proceso, no solo te restaura… te transforma en alguien completamente nueva.
Una Oración para Quien Siente que Ha Perdido Su Reflejo
Padre, oro hoy por cada mujer que no sabe cómo se rompió, solo que ya no se siente completa. Que no entiende por qué reacciona así, por qué se siente tan vacía, tan desconectada de quien solía ser. Hoy, en el nombre de Jesús, declaro que tú comienzas una nueva obra.
Declaro que esa herida que ella ha intentado ignorar ahora será el lugar donde tu sanidad entra. Que ya no caminará con la vergüenza de lo que le pasó, sino con la honra de quien fue restaurada por Ti. Que su identidad se redefine en tu amor. Amén.
Y Si Hoy Fuera Tu Primer Paso hacia la Sanidad…
Mujer Totalmente Nueva no es un libro para leer y guardar. Es un altar donde puedes sentarte con Dios y decirle: “Aquí están mis pedazos. Haz algo nuevo.” Y Él lo hará.
Descúbrelo aquí: mujertotalmentenueva.com
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