Imagina que desde pequeña cada vez que sentías vergüenza recogías una pequeña piedra. Parecían inofensivas, sin peso, casi insignificantes. Pero aún así, ensuciaban y llenaban los bolsillos de tu vestido. No querías que nadie las viera, así que las escondías bien. A medida que crecías, esas piedras seguían acumulándose: cada palabra hiriente, cada error, cada rechazo, cada momento en el que sentiste que no eras suficiente. Con el tiempo, dejaste de notar cuántas llevabas. El peso se volvió parte de ti. Tanto, que no recuerdas cómo se siente caminar sin esa carga. Así es la vergüenza. Al principio, crees que puedes ignorarla, pero con los años te define sin que te des cuenta.
En la Biblia, muchas mujeres fueron conocidas por su dolor y no por su nombre. La mujer con flujo de sangre, la mujer adúltera, la samaritana… no fueron identificadas por su verdadera identidad, sino por aquello que las marcó. Pero cuando se encontraron con Jesús, Él no las llamó por su vergüenza, sino por su fe.
La vergüenza es una prisión silenciosa. Nos hace creer que no somos suficientes, que los errores del pasado aún nos definen, que nunca seremos completamente libres. Pero hoy Dios te recuerda Su promesa:
“No temas, pues no serás avergonzada; ni te sientas humillada, pues no serás agraviada. Olvidarás la vergüenza de tu juventud… Porque tu esposo es tu Hacedor” (Isaías 54:4-5).
Tal vez llevas años escondiéndote detrás de un pasado que ya no te pertenece. Tal vez crees que aún no eres digna de un nuevo comienzo. Pero la realidad es que Dios ya quitó esas piedras de tus manos. Él ya limpió tus bolsillos y te vistió con un nuevo nombre.
Las mujeres que corrieron hacia Jesús con su vergüenza terminaron transformadas. La mujer con flujo de sangre fue sanada. La mujer adúltera fue perdonada. La mujer samaritana se convirtió en mensajera de salvación.
Y hoy Dios quiere hacer lo mismo contigo. Él no te ve a través de tu vergüenza, sino a través de Su amor. Él no te llama por tu pasado, sino por el propósito que ha depositado en ti. No importa lo que hayas vivido, la historia que el mundo haya escrito sobre ti, o las palabras que han tratado de definirte. Dios ya ha declarado victoria sobre tu vida. Ya no eres la mujer sin nombre. Eres Su hija.
UNA ORACION PARA HOY
Señor, hoy dejo en tus manos la vergüenza que he cargado por tanto tiempo. Renuncio a definirme por mi pasado y elijo caminar en la identidad que Tú me has dado. Gracias porque me has limpiado, restaurado y llamado por mi verdadero nombre: hija tuya. Amén.
Si, como las mujeres de la Biblia, has sentido que la vergüenza ha marcado tu historia, quiero invitarte a descubrir el camino de la restauración en mi libro DE LA VERGUENZA A LA VICTORIA a través de enseñanzas y reflexiones, aprenderás cómo soltar el peso del pasado y abrazar la vida abundante que Dios tiene para ti. Encuéntralo en https://lascartasdemagie.com/libros/de-la-verguenza-a-la-victoria/
Amada, este es tu tiempo. Deja caer las piedras, suelta la carga y camina con la cabeza en alto, porque Dios ha declarado victoria sobre tu vida.
Con amor y oraciones,
Magie de Cano
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