«Llegará el día—dice el Señor— en el que el grano y las uvas crecerán más rápido de lo que puedan ser cosechados. ¡Entonces los viñedos en las terrazas de las colinas de Israel destilarán vino dulce! Amós 9:13 NTV
Recientemente tuve un encuentro profundo con Dios, donde escuché Su voz hablándole a muchos que han recibido una palabra de parte de Él, pero que en lugar de experimentar avances, se encontraron en una temporada de lucha intensa, confusión y desaliento. La voz del Señor resonó con claridad: «Te estoy fortaleciendo a través del fuego de Mi Palabra.»
Mientras escuchaba, me impactó la naturaleza inquebrantable de Su mensaje. Aunque las circunstancias parecían contradecir Su promesa, aunque el enemigo susurraba mentiras de fracaso, pérdida y quebranto, la Palabra del Señor permanecía firme. Incluso cuando todo parecía desmoronarse, el Señor no estaba cambiando de tema. Su promesa seguía en pie.
Los ríos de duda y malentendidos no podían ahogar Su declaración: «Porque nada hay imposible para Dios» (Lucas 1:37).
Tuve un encuentro con Dios —tan vívido, tan abrumador— que sentí como si hubiese entrado en la eternidad. Estaba en una vasta extensión donde el cielo tocaba la tierra, y el aire mismo palpitaba con el sonido de Su voz. Me rodeaban llamas de luz pura, que no quemaban, sino que refinaban. Era el fuego de Su Palabra. «¿No es Mi palabra como fuego —declara el Señor— y como martillo que quebranta la roca?» (Jeremías 23:29) Entonces vi multitudes—hombres y mujeres que habían recibido promesas de Dios. Pero en lugar del tan anhelado rompimiento, se sentían aplastados, sacudidos y desorientados. Sus corazones cargaban las heridas de la espera, el dolor de la demora, el peso de las palabras aún no cumplidas. Algunos se arrodillaban con la cabeza baja, mientras otros permanecían congelados en el tiempo, con ojos llenos de preguntas.
En el silencio, de pronto, escuché la voz del Señor tronar como muchas aguas. Y sin embargo, Su voz cargaba una intimidad tan profunda, que envolvía cada corazón herido como un padre levantando a su hijo quebrantado. Él dijo: «Te estoy fortaleciendo con el fuego de Mis palabras.» Oí el sonido de un nuevo día rompiendo el horizonte, un día lleno de aceleración divina y la manifestación de las promesas inquebrantables de Dios.
El Señor te dice hoy: No estás retrasado. No estás estancado. Estás siendo POSICIONADO para un rompimiento sobrenatural que hará temblar al enemigo en derrota.
El fuego de Su Palabra te está fortaleciendo, refinando, afirmando. En medio de tu lucha, en las profundidades de tu confusión, cuando las mentiras del enemigo gritaron fracaso y derrota, la voz del Señor tronó sobre ti, declarando: «Mi Palabra no fallará.» Las propias palabras del cielo se están moviendo sobre tu vida, encendiendo tu fe como nunca antes Estás entrando en una temporada donde Dios mostrará Su poder, confirmando Sus promesas de maneras que nunca has visto. Aunque todo a tu alrededor haya parecido derrumbarse, Su Palabra permanece inamovible. Sus promesas no cambian. Sus planes no se alteran. Los ríos de duda no pueden ahogar la declaración de Su soberanía. Él es el Dios de lo imposible y ahora se está moviendo de forma sin precedentes para llevarte a la plenitud de tu destino.
Sentí un fuerte impulso en mi espíritu —Dios estaba ministrando a quienes se sentían abandonados, asegurándoles que Su Palabra no ha fallado. El enemigo pudo haber proclamado destrucción, pero el Señor proclama restauración: «Y os restituiré los años que comió la langosta…» (Joel 2:25) Donde el enemigo quiso abrumar con engaño y oposición, el Señor declaró Su soberanía. Él está por mostrar Su poder de maneras extraordinarias, probando que «fiel es el que prometió» (Hebreos 10:23).
Tan pronto como Él habló, vi llamas doradas descender sobre ellos—no para destruir, sino para encender algo más profundo dentro de ellos. El peso de su desesperación comenzó a levantarse mientras el fuego de Su presencia consumía cada mentira, cada duda, cada susurro del enemigo que había intentado robar su promesa. Entonces vi un gran muro. Una batalla rugía en sus puertas. El enemigo había sido implacable, gritando palabras de fracaso, abandono y quebranto.
Vi personas aferrándose a las promesas que habían recibido del Señor, pero algunas ya comenzaban a soltarlas. La voz del enemigo era fuerte “Ya se acabó. Nunca fue real. Escuchaste mal. Llegaste tarde.” Pero entonces, vi a Jesús de pie sobre el muro, Sus ojos como llamas de fuego y Su manto empapado en gloria: «Sus ojos como llama de fuego, y en su cabeza muchas coronas…» (Apocalipsis 19:12) Él levantó Sus manos, y en ese momento, un viento sobrenatural barrió el campo de batalla. Cada mentira del enemigo fue silenciada al instante.
El Señor dice: «Aunque en lo natural parezca derrota, estás entrando en una temporada de milagros. Mi presencia te rodea, te levanta, te fortalece. «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxodo 14:14). Entonces vi ríos de fuego fluyendo desde Su trono, corriendo hacia cada lugar desolado. Los lugares estériles se convertían en campos de abundancia: «He aquí, Yo hago cosa nueva… abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad» (Isaías 43:19). Las tumbas de sueños robados se abrieron, y vi el poder de resurrección barrer la tierra.
Algunos necesitan escuchar esto hoy:
«Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Acaso dice y no lo hace? ¿Habla y no lo cumple?» (Números 23:19) Voces intentan desanimarte, decirte que estás estancado, retrasado o limitado. Pero el Señor dice: Estás entrando en una ACELERACIÓN DIVINA. Un nuevo día ha amanecido—uno de gracia, fluidez y movimiento celestial. Donde el enemigo ha robado, donde has experimentado dolor, pérdida y dificultad—ese lugar se convertirá en manantial de testimonio, rompimiento y multiplicación divina. ¡Estás entrando en mi ACELERACIÓN DIVINA! (Una palabra de Richard Elías James)
Isaías 61:7 En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia y su alegría será eterna.
Con amor y oraciones,
Magie de Cano
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