Hace unos días, mientras dedicaba un libro, pregunté el nombre de la mujer que lo recibiría. Me respondió con una sonrisa tímida:
“Me llamo Dolores.”
Y aunque no era la primera vez que escuchaba ese nombre, algo en mi espíritu se encendió. Porque de pronto recordé cuántas veces he escuchado nombres similares: Dolores. Soledad. Angustias. Y a veces no son solo palabras… son profecías no deseadas.
Esta mujer me explicó que no fue un nombre que ella eligió. Continuar Leyendo »