No fue una alarma.
No fue una palabra profética.
No fue un terremoto espiritual.
Fue algo más silencioso… y más profundo.
Fue un suspiro distinto.
Fue un “esto no puede seguir igual”.
Fue ese momento donde ya no encajaste en lo que antes te bastaba.
Y aunque nadie lo notó,
ese fue el principio del despertar.
Despertar no siempre se ve como un aplauso en la iglesia.
A veces se ve como una mujer sentada en su cama,
pensando: “Dios, si esto es todo… no quiero seguir igual.” Continuar Leyendo »