Ese oficial había replicado: «¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!» De modo que el hombre de Dios respondió: «Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo».En efecto, así ocurrió: el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allí murió.2 Reyes 7:91-20
Una puerta puede estar cerrada frente a nosotros, pero nuestro Padre tiene ventanas abiertas para obrar los milagros esperados tal como sucedió en Samaria. Continuar Leyendo »